Fines y principios La siguiente conferencia, celebrada también en Ginebra, el 22 de agosto de 1864, culminaría el trabajo del `Comité de los Cinco´, al conseguir que diplomáticos de 11 países asistieran a ella y que más tarde se adhirieran a ella 55 Estados más. Acababa de nacer el I Convenio de Ginebra, el originario, primer documento jurídico humanitario de nuestro tiempo y del que España, en la persona de su embajador en Suiza, José Heriberto García de Quevedo, (y representante personal de Isabel II) fue uno de sus primeros firmantes. Con su firma se sentaron los fines fundamentales de la Cruz Roja: la acción efectiva de socorro a los heridos, las instalaciones médicas militares, los vehículos y personal sanitario que deberían ser considerados y respetados como neutrales y, por tanto, protegidos en los conflictos bélicos. En 1921 el Comité Internacional de la Cruz Roja adoptó cuatro principios: Caridad, Universalidad, Independencia e Imparcialidad. En 1964, la Liga de sociedades de Cruz Roja y Media Luna Roja adoptó estos principios, a los que sumó otros tres. Un paso importante en la actualización de los convenios se dio en 1949, al finalizar la II Guerra Mundial, cuando se dividieron en cuatro sectores: el I, sobre los heridos militares en guerra; el II, sobre los náufragos militares en el mar; el III, sobre el trato a los prisionero de guerra y el IV, a la protección de las personas civiles en tiempo de guerra. En 1977 se añadirían a ellos dos protocolos adicionales, uno sobre las víctimas de los conflictos internacionales y el segundo sobre las guerras civiles. Pero fue en 1965, durante la XX Conferencia Internacional de la Cruz Roja de Viena, cuando se definieron y aprobaron los Principios Fundamentales actualmente en vigor: Humanidad, Imparcialidad, Neutralidad, Independencia, Carácter Voluntario, Unidad y Universalidad.